Aquellas experiencias sensoriales que recibimos en los primeros años de infancia son la base fundamental para el adecuado desarrollo de las habilidades que requeriremos a lo largo de toda nuestra vida tanto a nivel emocional y conductual, como a nivel de aprendizaje racional.

Aun cuando consideramos a nuestros bebés como “demasiado pequeños para entender”, ellos están en ese preciso momento utilizando sus sentidos para captar los estímulos que tienen disponibles y nos necesitan para ayudarlos a procesar toda esa información.

Esta primera lectura del entorno requiere acompañamiento y exposición a diferentes sensaciones en ambientes seguros y calmados. Sensaciones que el cerebro se encargará de ir de procesando, combinando y clasificando para poder llegar a crear respuestas adecuadas a los estímulos recibidos.

Una carencia en la experiencia sensorial puede causar un retraso en el aprendizaje y conductas emocionalmente desreguladas. En otras palabras, si esperamos a que nuestros peques estén “listos” para aprender a leer sin haberles expuesto antes a diferentes libros o actividades sensoriales, que puedan tocar, mirar, morder, halar, escuchar… no habrán desarrollado las habilidades previas que se requieren para un adecuado desarrollo de la lectura y el proceso ocurrirá de forma mucho más lenta y desregulada emocionalmente.

El aprendizaje en la primera infancia no debe ser forzado, sino acompañado. Permítele a tu peque a descubrir el mundo que le rodea.

Sus Boz, Asesora de lectura